Trillones es mucho, sea de lo que sea

Cuenta la historieta de un rey o algo así en la India o por ahí que lamentaba profundamente haber perdido un hijo en la guerra, elemento éste que resta verosimilitud al cuento, pero así lo conozco yo. Acudió a consolarle un listo que le presentó el juego del ajedrez. Siendo tan belicoso este rey pronto aprendió a jugar con entusiasmo y aprendió que para ganar a veces hay que perder piezas muy valiosas. En agradecimiento, el rey le dijo al listo que qué quería y el listo pidió un grano de trigo por la primera casilla del tablero de ajedrez, dos granos por la segunda casilla, cuatro por la tercera, ocho por la quinta y así sucesivamente hasta la última casilla, la sexagésima cuarta. Al rey le pareció poca cosa y le ofreció tierras, mujeres, esclavos y joyas, pero el listo quería el trigo. La que pilló el rey fue tela, porque le tocó pagar 18.446.744.073.709.551.615 (dieciocho trillones, cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones, setenta y tres mil setecientos nueve millones, quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince) granos, que es mucho más de la producción actual de trigo en un año.
Y qué carajo me está explicando este tío, se preguntará el amigo lector. De acuerdo, me he enrollado demasiado, pero es que quería dar un ejemplo práctico de lo que supone un crecimiento exponencial, que te parece que va a ser poco, pero se desparrama sin que te des ni cuenta.
Tan exponencial como la recogida de firmas para solicitar el cambio de huso horario de España. Y es que si un día lo miré y había una firma sola, al otro día había dos, al siguiente cuatro y hoy ya había ocho (bueno, siete, pero casi), es decir que en dos meses y pocos días serán más de dieciocho trillones los españoles que solicitan el cambio de huso horario. Demasiados votos para que un partido se arriesgue a no asumir esta demanda en su programa.

Hoy voy a publicar dos, porque lo otro que quiero comentar no pega ni con cola.